La primera infancia es un periodo fundamental del desarrollo humano donde se establecen los cimientos que garantizan una vida próspera y saludable. En este blog te contamos cuatro cosas que la ciencia ha mostrado sobre este periodo de la vida que demuestran la importancia de promover ambientes positivos para los niños y las niñas en los hogares y las comunidades.
Los primeros cinco años de vida, conocidos como la primera infancia, son un periodo fundamental de la vida donde se desarrollan los cimientos de la arquitectura cerebral y habilidades cognitivas, sociales y emocionales que determinan el aprendizaje, salud física, salud mental y bienestar en la niñez, adolescencia y adultez.
El desarrollo en la primera infancia es parecido a la construcción de una casa. Lo primero que se construye son los cimientos. Al tener cimientos fuertes, podemos construir una fachada agradable, red electrica fiable, y decorar la casa de la mejor manera. Sin embargo, si los cimientos son débiles, lo que hagamos después será más frágil y vamos a necesitar hacer muchas inversiones para reparar posibles daños. De la misma forma, un inicio vida fuerte garantiza una arquitectura cerebral fuerte donde lo que hagamos a futuro (en cuanto a inversiones de educación y salud) rendirá buenos frutos.

A continuación, te contamos cinco cosas que la ciencia del desarrollo infantil temprano muestra para que sepas cómo podemos promover un sano desarrollo en la primera infancia
- Las experiencias, contextos y genes determinan el desarrollo cerebral: La arquitectura cerebral se construye poco a poco desde antes del nacimiento hasta la adultez. Este proceso de construcción depende en gran medida de las experiencias vividas los contextos. De hecho, la ciencia ha demostrado que nuestros genes “no vienen escritos en piedra” como se pensaba anteriormente. Por el contrario, las experiencias que vivimos pueden incluso cambiar la expresión genética, teniendo así profundos impactos en nuestra salud, aprendizaje y bienestar.
- La capacidad de cambio del cerebro se reduce con el tiempo: El cerebro es particularmente flexible o “maleable” en la primera infancia. La ciencia ha mostrado que nuestros cerebros vienen preparados para adaptarse a cualquier ambiente. Es por esto que, por ejemplo, sin importar donde nacemos, venimos preparados para adaptarnos al lenguaje que escuchamos en nuestro entorno. Sin embargo, a medida que crecemos el cerebro se “especializa” para asumir funciones cognitivas más complejas y por este motivo cada vez es menor flexible y capaz de cambiar. Por este motivo, por ejemplo, nos cuesta cada vez más aprender un nuevo idioma a medida que crecemos.
- El estrés tóxico y las adversidades tempranas pueden afectar el desarrollo cerebral: El cerebro es muy flexible en la primera infancia y cambia de acuerdo a las experiencias vividas, para bien o para mal. La ciencia nos muestra que adversidades severas y niveles tóxicos de estrés pueden afectar el sano desarrollo cerebral. Si bien todos sentimos estrés en diferentes momentos de la vida, dicho estrés puede volverse tóxico cuando surge de situaciones impredecibles, severas o crónicas (causados por ejemplo por sufrir violencias o pobreza extrema) en ausencia de fuentes de protección adecuada.
- Un cuidado cariñoso y sensible promueve el pleno desarrollo y sirve como un escudo protector: Afortunadamente, la ciencia también nos muestra claramente que un cuidado cariñoso y sensible proporcionado por un padre, madre, abuelos, otros familiares, o incluso otros adultos promueve el pleno desarrollo cerebral y sirve como un escudo protector ante las adversidades y el estrés tóxico. Un cuidado cariñoso y sensible se compone de cinco ingredientes clave: (1) protección de la violencia, (2) oportunidades de aprendizaje/juego tempranas, (3) cuidado receptivo que responde a las necesidades de niñas y niñas, (4) nutrición adecuada y (5) buen cuidado a la salud.